El voto cautivo

Per Cesáreo Jarabo

Se acercan las elecciones… Siempre se acercan las elecciones. La juerga es la juerga y no podemos saltárnosla.

Esa es una cuestión que, tras la pantomima de la huelga general ha salido a colación en algún foro donde se ha manifestado que el PSOE tiene un voto cautivo que se cuenta por encima de los seis millones de votantes.

Lógicamente, ese dato lo daba alguien cercano al PP, que por su parte tiene un voto cautivo, según esa misma estadística…. De unos seis millones de votantes.

Desconozco si el dato es correcto, pero me temo que no. Mis cálculos al respecto superan ampliamente esa cifra, y es que, a pesar de que la afiliación a partidos políticos y a sindicatos sea ridícula, la dependencia económica de amplios sectores hace que ese extremo sea más que plausible. Sea como fuere, lo que resulta manifiesto es la ausencia total de libertad.

Sabemos que en las primeras experiencias democráticas de los tiempos modernos (y de los tiempos antiguos), los caciques de turno compraban con dinero contante y sonante los votos de sus electores. Hoy las cosas han cambado sensiblemente.

Hoy, como todo el mundo conoce, la compra de los votos se realiza de forma bien distinta. No vamos a hablar de todos los que desarrollan un cargo público, ni de las prebendas a las que tienen acceso. Tampoco vamos a señalar que para la gran mayoría de ellos el cargo es su “modus vivendi”, ni vamos a hablar de las servidumbres que tal hecho lleva anexo y que los sitúa bien alejados del concepto de “servidor público” para acercarlos al concepto de “asalariado dependiente”.

Empiece a sumar, amigo lector… Diputados nacionales, diputados regionales, representantes municipales… Son el primer eslabón de la cadena del voto cautivo.

¿Y cual es el segundo eslabón de la cadena?... Los asesores… ¿Y el tercero?... los paniaguados… ¿y el cuarto?.... los que acceden a ser funcionarios al arbitrio de los anteriores… siga sumando.

Los beneficiarios de obras públicas, de servicios que son contratados por cada uno de los que ocupan los puestos anteriores, y que son suministrados bajo su arbitrio.

Hasta los municipios de dimensiones menores que una finca de vecinos tienen prebendas que distribuyen a su arbitrio. Hasta estos municipios se permiten otorgar empleos fijos o temporales con unos sueldos que ya quisieran para sí el resto de los trabajadores.

Todo ello organiza una trama de dependencia, un clientelismo, que dada la enmarañada estructura administrativa que padece España, bien puede alcanzar, y hasta superar, la cifra dada.

Lo curioso es que, si el concejal de un pueblecito facilita un empleo temporal a una persona, lo hace con la mejor fe del mundo, con el ánimo de ayudar al beneficiario; como un bien social. La realidad, bien al contrario, lo que viene a manifestar, para bien del sistema, es que el clientelismo está “capilarizado”, que la compra del voto llega en cascada a todos los ámbitos de la sociedad, y que ese clientelismo tiene una representación letal a la hora de poner un voto en la urna.

Así, efectivamente, además de los directamente implicados en la organización del sistema (políticos, sindicalistas, asesores, paniaguados) todos los dependientes, hasta el último capilar, acaban siendo votos cautivos de quienes, por otra parte, no son sino sus “señoricos”.

Y luego nos dicen que el votar es un derecho y un deber… para mantener la estructura y engañarnos con el cuento de la voluntad popular.

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