Cuando hablan las ratas

Per Cesáreo Jarabo

Juan José Tamayo, “teóloggo”, ha tenido a bien lanzar su verborrea, siempre al servicio del Enemigo, contra su eminencia D. Juan Ignacio Munilla, en quién los fieles cristianos tenemos puestas todas nuestras esperanzas.

Juan José Tamayo es tan cristiano que se ha manifestado partidario de erradicar el crucifijo de todo ámbito público; es tan cristiano que se niega a creer del Islam lo que el propio Islam proclama, en lo relativo a la más feroz de las intransigencias, no sin lamentar la “ignorancia enciclopédica de las religiones entre sí”, y no duda en acusar de falseamiento y manipulación de sus textos a quienes denuncian sus manejos. Ha sido acusado, muy justamente, de arrianismo, pero como tal acusación ya fue formulada en su día por quienes tienen base para hacerlo, a mí sólo me queda encuadrarlo en la novela de Santiago Martín, “La última aparición de la Virgen”, como destacado miembro del “CUR”. En definitiva, la trayectoria y las afirmaciones de este señor bien merecen tal ubicación... Y la camarilla que lo respalda (Casaldáliga, Kung, Miret o Díez Alegría) no hacen sino confirmar tal afirmación.

Pero para esta caterva, todo sirve para combatir a Cristo. Ahora le toca a Monseñor Munilla, como ya le está tocando a las víctimas del aborto, y como mañana tocará a los enfermos, a los ancianos... o a lo que sea, que los adoradores del Diablo tienen cancha para todo. Y es que les escuece que un cristiano de verdad tome la mitra con decisión. Ya les picaba todo cuando fue designado para diócesis de San Sebastián; tanto que un perfecto servidor del mismo CUR, un tal Uriarte, se atrevió a decir que la designación de este santo varón como Obispo no generaba paz. Pero bueno, ¿qué entenderá esta gente por paz?, ¿qué por justicia?, ¿qué por libertad y qué por cristianismo? ¿Miramos desde este momento hasta treinta años atrás?

Pero el asunto no puede quedar ahí, y naturalmente, la alcantarilla se moviliza y lanza sus eructos a través de sus más insignes miembros para criticar con el veneno que les resulta propio una afirmación que también resulta propia a cualquier mente medianamente amueblada; a saber que, refiriéndose a la catástrofe sufrida por Haití, “Quizá es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo, que el que ellos están sufriendo”, siendo nuestro mal “el que en términos teológicos hoy sume en el caos a occidente debido a la pobre concepción espiritual y materialista de la vida que tenemos”.

Pues sí señor, así de crudo. Pero el señor Tamayo, como le es propio dada su condición de siervo de los que podríamos identificar con la versión real del novelesco CUR, coge el rábano por las hojas, y arropándose con una capa de buenismo, aprovecha su envenenada pluma para cumplir con lo que le ordenan: combatir a todo cristiano... sobre todo si es obispo, no dudando en manifestar que “Organismos internacionales, Jefes de estado, Gobiernos, organizaciones políticas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, instituciones religiosas, militares, policías, fuerzas y cuerpos de seguridad, movimientos sociales de todo el mundo, equipos de profesionales, etc. están yendo al lugar de los hechos para ayudar a los damnificados y enviando a la isla alimentos, material sanitario, medicinas, potabilizadoras, equipos médicos, equipos de rescate, etc. para paliar la catástrofe y aliviar, si quiera mínimamente, el sufrimiento y el dolor de la población.” Todo igual que en la novela de Santiago Martín.

Todo igual, hasta el extremo que oculta la evidencia; a saber: Son las organizaciones de la Iglesia, muy principalmente Cáritas, las que están atendiendo directamente el asunto... Como siguen atendiendo, ¡hoy también!, a las víctimas del sureste asiático que sufrieron el “tsunami” en 2004.

Pero estos “teóloggos” desconocen que lo cortés no quita lo valiente; será porque carecen de ambas virtudes... Como carecen de cualquier virtud; será por eso que se atreve a decir una de las necedades que le encumbran; a saber: “Lo que me parece intolerable y no puede justificarse apelando a la libertad de expresión es la acusación de cómplices en el asesinato de inocentes que ha hecho a los parlamentarios españoles que han votado a favor de la Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo.” ¿Y qué entenderá este señor por cómplice de asesinato? ¿Acaso quiere retrotraernos a tiempos anteriores a Rómulo, cuando era legal asesinar a los niños hasta los tres años amparándose en que hasta esa edad no tenían garantía de viabilidad? A este paso todo llegará con el apoyo de personajes como estos.

Dice este “teóloggo” que monseñor Munilla ha traspasado todos los límites y ha demostrado su nula estatura moral en las declaraciones de la Cadena Ser antes citadas, y afirma que son de las más escandalosas que nunca hubiera esperado escuchar. Y Monseñor Munilla puede sentirse satisfecho de que los botarates se escandalicen, porque ese escándalo ya lo anunció Nuestro Señor. Bienaventurado monseñor Munilla. Y es que lógicamente, los “teóloggos”, amamantados en ubres ajenas y claros servidores del Enemigo, tienen a bien combatirle en todos los campos. Eso debe satisfacer, no sólo a monseñor Munilla, sino a todo cristiano cabal. ¡Gracias por su exabrupto!, “señor” Tamayo. Los eructos de personas como usted nos hacen sentir que estamos en el buen camino.

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