Matarifes de sainete

Per Joan Ignaci Culla

De todos es conocido lo aficionados que somos los valencianos a los sainetes. Especialistas en este género como Arniches o Escalante consiguieron convertir estas piezas dramáticas jocosas de un solo acto, de carácter popular, en auténticas joyas.

Este subgénero teatral ha sido objeto de innumerables estudios. Uno de ellos, La medicina en els sainets d’Escalante , del médico de la cárcel de Picassent Ángel Calpe, debe de ser una herramienta imprescindible para la investigación, el estudio de la cultura y singularidad valenciana a juzgar por los resultados obtenidos. Calpe, gracias a él y a alguna colaboración esporádica, y pese a carecer de conocimientos filológicos, fue encumbrado nada menos que a ocupar un “sillón” en la sección de Llengua i Lliteratura de la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).

Nada más acceder a su cargo, el autor del estudio del sainete puso en práctica sus conocimientos de diseccionador para diferenciar las vísceras de los acentos gramaticales, aún en contra de los expertos. Y ha llegado tan lejos en su empeño que ha querido certificar la defunción de la lengua valenciana para poner en su lugar al neonato catalán. Para tal hazaña sólo ha tenido que renegar de sus raíces y de los postulados que mantenía, único requisito exigible para ingresar en la Academia Valenciana de la Lengua (AVL) y, así, poder acceder a la nómina de 6.000 euros al mes que tienen asignada sus miembros.

De ahí que, lógicamente, el otrora defensor de la lengua valenciana hoy haya cambiado el gorro de médico por la barretina, y no tenga ningún escrúpulo en firmar el famoso y vergonzoso dictamen del 9 de febrero de 2005, que amortajaba el idioma valenciano. Como siempre, las nefastas consecuencias de este dictamen las pagará el pueblo valenciano en sus generaciones presentes y futuras.

Y es que, como dijo Víctor Hugo, ciertas actitudes cuestan mucho de digerir: “No es vergonzoso cambiar de opinión: es vergonzoso cambiar de opinión por interés”. Un interés que se amplía en agradecimiento a la mano que le da de comer, al “recomendarnos” a los que seguimos fieles a nuestro pueblo y a nuestra lengua que abramos una nueva etapa: la del vasallaje. En definitiva, nos conmina a que abracemos a la catalanista AVL, donde él ejerce como “experto” en lengua, y no la referida, precisamente, al cuerpo humano. Y apoya esta idea en el supuesto impacto que tendrán las elecciones pasadas en el valencianismo. Como si hubiesen sido un plebiscito sobre la lengua que hablamos, la normativa que debemos emplear, o la institución lingüística que debe representarnos. Calpe yerra una vez más en el diagnóstico; no es lo mismo la fuerza de la razón, que la razón de la fuerza.

En las últimas elecciones los valencianos no votamos más que a los representantes políticos de las administraciones locales y autonómicas. No fueron un referéndum sobre el valenciano o el catalán, como algún personaje pobre de argumentos trata de justificar. Aunque no se puede negar que el resultado de esas elecciones afectará el destino de nuestra lengua, no hay que olvidar que uno de los grandes argumentos esgrimidos por los líderes del partido ganador ha sido, precisamente, la supuesta defensa de la identidad valenciana en contra de la presunta catalanización que supondría la victoria del tripartito de izquierdas. Y así lo entendió la gente que avaló y confió su voto a quien, entre otras cosas, prometió que defendería a ultranza la idiosincrasia de lo valenciano. Otra cosa es que las promesas electorales se hagan para incumplirlas. Al respecto no hay más que ver los libros de texto, cómo hablan los locutores de RTVV, la realidad de la AVL de Calpe (al servicio del catalán), o cómo se despistan los senadores del PP votando a favor de ERC en contra del valenciano, por más que digan que ahora lo subsanarán en el Congreso y que sólo se trató de un error. ¡Un error viniendo de ERC, que sólo entiende al pueblo valenciano como apéndice del catalán! Por cierto, uno de los senadores que perpetró el error fue Chiquillo, en el pasado gran defensor de la lengua valenciana, al igual que Ángel Calpe. Dónde estaba ahora, ¿tomando café, leyendo el periódico, u ocupado en otros menesteres?

En definitiva, son lógicos los esfuerzos de este médico, en su calidad de meritorio de la bien pagada AVL, para “reconducir” a los valencianos fieles a su historia y a su lengua a la senda del nuevo ente normativo catalanista acientífico, pero no creo que su argumento sea el del simple sainete. Porque, como bien sabrá, este también tiene la acepción de “situación o acontecimiento grotesco o ridículo y a veces tragicómico”, máxime si lo realiza quien no tiene credibilidad alguna.

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Hay unanimidad en los autores valencianos de los siglos XIV, XV y XVI en llamar valenciana a su lengua
Simó Santonja

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