El Idioma Valenciano (Juan A. Mayor de la Torre)

Per José María Adán García

Tengo en mis manos el número 88 de la revista titulada “Alta Mayor” (125 páginas) que publica la Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Una cuidada revista bimensual dedicada fundamentalmente a tratar asuntos sociales y que, según informa en sus créditos, recibe su nombre no de lo que podría suponerse sino de un elevado pico de la sierra del Guadarrama próximo al monumento, segundo más visitado de España después de la Alhambra granadina.

El número citado incluye un artículo de José María Adán sumamente documentado y titulado “La corona de Aragón, Baleares, Cataluña y Valencia”. Por creerlo de interés para nosotros y previa consulta al editor y por su mediación al autor que me autorizan a hacerlo, transcribo a continuación un extracto de dicho trabajo.

“Cuando primero el Cid, y luego Don Jaime I conquistan Valencia –por cierto con una gran mayoría de caballeros aragoneses, navarros, incluso castellanos y una gran ayuda de los propios valencianos- estos ya hablaban el romance valenciano. Cosa natural, pues la población de origen hispano/romana era enormemente mayoritaria, y tanto los mozárabes como los que, por razones económicas y políticas, se convierten al islamismo, y los mismos musulmanes en gran número casados con ibero/romanas –cultura predominante- hablaban la lengua romance.

Es un hecho significativo a este respecto que en tiempos de Abderramán III, todos, incluso el califa, hablaban romance. Existen de ello pruebas documentales claras como han puesto de manifiesto Corominas, Steiger, Galmes Meier, R. Lapesa, Ubieto Arteta, Simó Santonja…

Son ejemplos de esta pruebas escritas documentos notariales, cartas pueblas y “las jarchas”, poesía popular escrita en valenciano por poetas árabes como Al Russafi, Yehuda Halevi, Abu Bark Ubada, Abu Isa Inn Lubrum, Abu Bark Mujamad, Ibu Ahmad…

Cronistas de la época de la reconquista como Ibu Al Abbar, se expresan en valenciano, Ibu Buklarix, en su diccionario de plantas medicinales, incluye 200 denominaciones en romance.

Es decir, que la lengua romance originaria (ibero/romana) da origen a diferentes modalidades por su propia evolución y por las influencias exteriores que recibe. En absoluto dichas lenguas (el barcelonés, el tortosí, el valenciano, el balear e incluso el menorquín) se crean por expansión o imposición de una de ellas sobre las demás, lo que carece totalmente de base científica. No es cierto siquiera que existiera ninguna “Corona catalana/aragonesa”, sino sólo aragonesa. “Corona” – que no reino – que gobierna sobre reinos distintos como Aragón, Valencia y Baleares, como también sobre los condados catalanes. Nunca pues Valencia o Baleares han estado integrados en Cataluña, ni institucional ni culturalmente. Tienen así, como todos los pueblos mediterráneos, incluso como el resto de España, un origen común.

La evolución de dichas lenguas romance ha sido peculiar en cada parte del territorio; el aragonés, con diferencias fundamentalmente fonéticas con el castellano, lengua también común en grandes áreas de la corona aragonesa; el catalán, con sus distintas modalidades, con mayor influencia provenzal; el valenciano más arabizado…; prueba de ello es la evolución literaria de los mismos. Valencia alcanza su Siglo de Oro con mucha anticipación sobre Cataluña, lo cual avala su identidad diferenciada. Ausias March, Joanot Martorell, Jordi de Sant Jordi, San Vicente Ferrer, San Pedro Pascual, Arnau de Vilanova, Jaume Roig, Roig de Corella, Isabel de Villena, Bernat Fenollar …, que expresamente declaran escribir en valenciano, así lo atestiguan. Sobre todo lo prueba la realidad fonética, lingüística, ortográfica, en definitiva gramatical, del valenciano como lengua diferenciada del catalán. Lo prueba el uso social del idioma, la conciencia colectiva, el rechazo mayoritario por instituciones de mayor solera (Lo Rat Penat, Real Academia de Cultura Valenciana, Asociación Cultural Cardona y Vives, el Instituto de Estudios Alicantinos…); los intelectuales de mayor prestigio, Giner Boira, Primo Yúfera, Ferrando Badía, Emilio Miedes, Xavier Casp, Adlert Noguerol, Joan Costa, Broseta, Joan Ubeda, José Alemany, Vicente Ramos…

Sobre todo lo pone de manifiesto el pueblo a través de las manifestaciones más multitudinarias de la Historia, las recientes encuestas y sobre todo de los sucesivos procesos electorales que rechazan – hasta no concederles ni representación parlamentaria – a las sucursales de los partidos catalanistas.

Sin embargo, desde los años 30 hasta ahora el expansionamiento catalán, falsificando la Historia, pretende lograr la “Unitat de la Llengua” en torno a la catalana previamente “normalizada” – que además de no ser cierta no lo sería en modo alguno respecto al catalán -. Intentan deducir de ella la institucionalización de los inexistentes “països catalans” como un Estado independiente de España (siempre la unidad de la lengua ha sido el pretexto de los expansionismos totalitarios).

Ello lleva consigo la millonaria subvención a las quintas columnas catalanistas; a través del “Institut d’Estudis Catalans”, del “Bloc”, de “Acció Cultural del País Valencià”, etc…Incluso llega a condicionar nuestras estructuras – por la necesidad de los pactos políticos entre nacionalistas y el gobierno central – potenciando las que nos unen con el norte y dificultando o demorando las que nos vinculan con el resto de España. Estas no convertirán, sin duda, por nuestra posición estratégica y por la creatividad de nuestras gentes, en el centro del Arco Mediterráneo cuya capitalidad pretende, en contra de todo análisis objetivo, Barcelona.

Es un peligro de desvertebración de España que requiere una reconducción de las autonomías para evitar el expansionismo del nacionalismo exacerbado de Cataluña sobre Valencia y Baleares o del País Vasco sobre Navarra que así perderían su identidad y su desarrollo armónico”.

Hasta aquí el fragmento del trabajo y publicación al comienzo citados en la seguridad de que, si por desgracia no a todos, habrá complacido y reconfortado a una inmensa mayoría de lectores.

cites

Nadie podrá asegurar que el valenciano y el mallorquín sean dialectos del catalán en el verdadero sentido de la palabra. Los tres se han desarrollado con absoluta simultaneidad de tiempo y divergencias léxicas, sin influirse mutuamente
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