Boti, boti, boti

Per Obdulio Jovaní Puig

EL Concilio Vaticano II, que le dio un soberano pasagonzalo a las liturgias católicas en uso, provocó que millones de beatas, escandalizadas, entre santiguos y jaculatorias, entre ayunos y cilicios, con ofrenda de exvotos y presentallas, de mariposas y velones a santa Rita, de perejil macedonio a san Pancracio, pidieran a Dios por la salvación del Padre Santo y toda la curia romana. Ahora, en esa sagrada familia cuyos priostes son Artur Más y Durán y Lérida, preocupados por nuestra salvación, acaban de impetrar al santón de la Moncloa su ayuda para evitar nuestra heterodoxia lingüística, han logrado que en los Presupuestos del Estado se consigne una millonada de euros para que ese adelantado aquí del imperio de tramuntana de allá que es Eliseu Climent, los reciba a través de una de sus fundaciones -conocido es ya como «Santa Teresa» por el número de ellas que hace, como hacía la monja abulense- y se una nuestra lengua valenciana a la catalana -con la gallega y a la vasca, esas otras bombas de fragmentación de España- y cuya gran aportación a la liberté, egalité y fraternité universales ha sido el «boti, boti, boti, espanyòl el que no boti...».
Aquí, hace treinta años muchos universitaros eliminaron ya el nombre de España de sus escritos, situándose en (l´Hòrta) al nivel de calabazas, pepinos y beterradas, entre las que encontaron satisfacción a su poquedad intelectual. Javier Mariscal les diseñó unos monigotitos que intercalaron entre sus titulares y que vienen a dar fe de ese teatrito de títeres en que han convertido la Universidad y cuyos hilos manejan desde la geltrú a la gramanet, desde la bisbal a la noguera ribagorzana. No extraña. La cultura de mostrador siempre encuentra en el prójimo a un cliente. Y ya se sabe que es rapaz y codiciosa, al tiempo que prepotente, pretenciosa y superferolítica. Para que engrose su Haber, no tienen ni freno ni marcha atrás. Es notorio que sitúan la ortografía, ese método de dominación, en la cercanía de la cámara de gas y del gatillo, que disponen de innumerables cárceles normativas, a lo guantánamo, con carceleros titulados en Facultades de Filología orgánica; matones que hacen de la lengua identidad. De ahí que a algunos -como a nuestro paisano Joan F. Mira, tan aplicadito saciándose en los dornajos del seny- les moleste leer: «Me alegra oir que hay gente que otra vez empieza a creer en el hecho diferencial. Adolf». Recordemos lo que escribía «El Socialista» el 27 de diciembre de 1931: «Las juventudes socialistas de Barcelona están dispuestas a todo para impedir el triunfo del separatismo reaccionario que pretende aislar a Cataluña del resto del mundo y defenderemos el idioma español como lengua usada en todos los grados de la enseñanza dependientes del Estado». Eso fue ayer...
En donde practican un eclecticismo acomodaticio, aceitoso, un compadreo blandengue que tenga en cuenta «todas las sensibilidades» es en la Academia Valenciana de la Lengua. Ahora han abierto la boquera -el estellador- el bocacaz del consenso y ya se puede cristianar a los niños con nombres «valencianizados» como Iussuf, Amet, Abdalà, junto con Tirant o Carmesina -¿también Plaerdemavida?- Luego vendrán Licurgo, Cayo, Vercingetórix , Teofastro... y Pimentó. De momento están haciendo de la lengua un abarrisco donde todo cabe, como en el camarote de los Hermanos Marx. Por ahí volveremos a Babel, ya verán.

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