El sillón ‘e’ quedó vacío

Per Eric Gras

Miguel Delibes nos dejó la pasada semana. Con él se va uno de los grandes hombres de las letras del siglo XX.

El mundo de la cultura en toda España rinde homenaje a un escritor que hizo de la lengua un patrimonio de todos.

Nos hemos quedado un poco más huérfanos. Con la desaparición de Miguel Delibes perdemos uno de los padres de la literatura española. Perdemos también a un portavoz, un guía espiritual que nos aconsejaba a través de sus obras sobre el vivir. Amante de la caza, amante de las letras y amante del sosiego del mundo rural. Tierra y palabra, al fin y al cabo. Así podríamos definir a un hombre que nos enseñó a leer y a entrever ese otro lado de la vida en el que el tiempo permanece inalterable y en el que se nos desvela la gracia de una simple y llana palabreja. Con Delibes se nos fue un narrador de historias único, “el verdadero dueño de la lengua”, como dijo Juan Cruz. Su profunda observación del campo, su verdadera inspiración, y la paciencia que le caracterizaba hicieron del vallisoletano un conductor idóneo para desenmarañar el alma humana.

La lengua del pueblo

El viejo escritor castellano dijo una vez: “La lengua nace del pueblo; que vuelva a él, que se funda con él porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua”. Esa fue su máxima y con ese pensamiento nos dejó, no sin antes legarnos un patrimonio de incalculable valor: sus obras, verdaderas joyas de la literatura del siglo XX español. Tras su muerte, hace ya una semana, han sido cientos y cientos los artículos, mensajes y reportajes dedicados al “gran escritor castizo”…

El paisaje

Del estilo y la temática principal de las novelas de Delibes se podría escribir largo y tendido. Como no disponemos de ese espacio, por desgracia, sí nos gustaría recordar unas palabras de Juan Cruz. Dicen así: “Pero sus novelas no son hijas o herederas de las costumbres, exclusivamente; en él hay una sencillez barojiana, pero su observación va más hondo: conduce la historia para que se vea el alma, el paisaje es el pretexto. Detrás de “Los santos inocentes” hay, es cierto, campo, la soledad de los campos, la tristeza rotunda que se esconde en medio de la miseria, pero hay sobre todo metáfora de esa larga y honda soledad que padecen los hombres que no se acompañan por dentro”…

“Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo, que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer. No dudo de que, aparte de otras varias circunstancias, fue el clima pausado y retraído de esta ciudad el que determinó, en gran parte, la formación de mi carácter”. Así comienza “La sombra del ciprés es alargada”, la novela que le encumbró ganando el Premio Nadal en 1947… Cuando le obsequiaron con el Premio Cervantes dijo: “Este premio es un privilegio de la edad. Sólo se da de los 70 para arriba. La verdad es que soy un pollo entre todos los premiados”.

Discreción y austeridad. Otros dos calificativos que reflejan a la perfección cómo era Miguel Delibes. El mundo de la cultura se ha volcado en reconocer su valía de este gran hombre de campo. Entre los motivos de su obra destacala perspectiva irónica frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia, por ejemplo “El príncipe destronado” (1973), la representación de los hábitos y el habla propia del mundo rural, muchos de cuyos términos y expresiones recupera para la literatura. La novela “Diario de un jubilado” (1995) es un retrato irónico y tierno sobre la vida y las relaciones entre dos viejos que alcanzó un gran éxito de público.

Los santos inocentes

Probablemente, la novela que más fama le dio, junto a la obra teatral “Cinco horas con Mario”, fue “Los santos inocentes” que Mario Camus adaptó a la gran pantalla. El profesor de la UB y crítico literario Jordi Gracia hizo hace poco una gran reseña de esta joya literaria: “Los rojos esperaron a la muerte de Franco para sacar las cosas de debajo de la mesa y luego apenas salió ninguna. O salió alguna tan inesperada como esta otra joya de novela modernista, discurso roto, personaje averiado, tragedia lírica con drama humano que el autor dejó interrumpida en 1963 porque entonces sería impublicable. La acabó en 1980 para que la voz de Paco Rabal haciendo de Azarías nos dejase a todos mudos…”

1998, el comienzo del fin

Marcado profundamente por la muerte de su mujer en 1974, sería en 1988, cuando sufrió un cáncer, cuando el autor castellano comenzaría a debilitarse. Nunca llegó a recuperarse completamente, lo que detuvo prácticamente por completo su carrera literaria y le llevó a la apatía. Sin embargo, en 1999, recién superada la enfermedad, fue capaz de crear otra de sus grandes novelas, “El hereje”… “Desde lo alto del borrico, Cipriano divisó las hileras de palos, las cargas de leña, a la vera, las escalerillas, las argollas para amarrar a los reos, las nerviosas idas y venidas de guardas y verdugos al pie. La multitud apiñada prorrumpió en gran vocerío al ver llegar los primeros borriquillos” [fragmento de “El hereje”] Hasta siempre Don Miguel, cuídese mucho y guárdenos un sitio allá donde esté para compartir momentos de tertulia.

•     Fragment de l´articul d´Eric Gras, publicat en la seccio “Cuadernos” del periodic “Mediterráneo”, el dumenge 21 de març de 2010.

•     Havem remarcat en negreta les paraules de Miguel Delibes que son d´aplicacio a nostra llengua valenciana.

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