Rutinas conmemorativas

Per Obdulio Jovaní Puig

JUDAS de todas las cenas, sean de sobaquillo, sean de tres platos y postre -con la moral de mostrador, con argumentos de Libro de Caja, con frenesí de Haber- Eliseu Climent, «que te mes gola que el Perelló», caporal de la quinta columna del «imperi de la tramuntana» -cumpliendo aquí la consigna de Lenin «estad dentro, perforad desde el interior»- ha reaparecido en un «homenaje a los valencianos que participaron en la defensa de Barcelona ante las tropas borbónicas en 1714, en la Guerra de Sucesión». El acto lo presidió Ernest Benach, del Parlamento de Cataluña, con la participación de ERC, PSC y CiU. Se descubrió una placa diseñada por el escultor valenciano Andreu Alfaro, otro papanatas de la unidad, quien en su día calificó a Joan Fuster como ¡el mejor filósofo del siglo XX!, sin reparar en que el propio elogiado había escrito «sento una instintiva desconfiança envers la filosofía, que és l´art d´agafar la vaca pels collons». En el homenaje se elogió a los «hermanos valencianos», al tiempo que se hablaba de un «futuro común», de «una constitución propia» como nexo entre Cataluña, Baleares y la CV. Otra farsa más en la rutina conmemorativa, como la del 11-S que celebran cada año los nacionalistas catalanes, como «ejemplo de cómo se tergiversa la Historia a mayor gloria de la nación inventada», como denunciaba en una «tribuna abierta» de este periódico el ensayista catalán Miquel Porta Perales, de quien recomiendo su libro «Si un persa viatgés a Catalunya».

«Porque tuvimos sed... y no nos dieron de beber», podríamos decir remedando a los evangelios; pero eso sí, nos trataron como «hermanos valencianos». En esto hacen como los ingleses, quienes al decir de Martín Ferrand tratan a todo el mundo de igual a igual, con tal de que a ellos los traten de superiores; de ahí que tengan ya decidido «nuestro futuro común».

Ahora que se abren estos días tantas aulas a la cerrazón, explicando los hechos no como fueron sino como se desea que fueran, para que los discentes salgan etiquetados con el código de las cuatro barras, bien adoctrinados para darle vueltas a la plaza mayor, con las lenguas bien tascadas con frenillos ideológicos, ahora se ejercitarían en la libertad si les llevaran al «Saló de Corts» de la Generalitat a contemplar, ahora que tienen las caras limpias, a aquellos representantes nuestros que sólo se representaban a ellos mismos; si les leyeran el memorial que la «Ciutat de Valencia» dirigió a Felipe V: «Componíase el tumulto de lo más despreciable que se juntó de todo el Reyno, el villanaje ínfimo... lo Religioso, lo Ilustre, lo Noble, lo Docto y lo Discreto se mantuvo fiel». Curiosamente, los del «villanaje ínfimo» fuimos los únicos que mantuvimos la lengua valenciana; y curiosamente, para los oligarcas de hoy, en la «Ciutat de Valencia» ser ciudadano no basta, aquello de «la lengua real que hablan los hombres y mujeres valencianos» que el PP prometió defender se ha quedado en un fiasco, ahora los chequistas de la lengua escriben cosas así: «El millor de València, a un bus de distància», que los «ínfimos» no escribiríamos nunca. Pero ya se sabe, en esta ciudad pides una marquesina que te proteja del sol y la lluvia y te envían una resma de papeles llenos de falacias justificando su negativa. Pruebas tengo.

Les afecta tanto el calabobos del consenso que no sería de extrañar que, aprovechando las obras en la Avda. del Puerto la volvieran a rotular como Avda. de Lenin, ayudando así a ganar la guerra civil a los republicanos, que en ello están. Porque «son mes inocents que una mata de faves...».

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Hay unanimidad en los autores valencianos de los siglos XIV, XV y XVI en llamar valenciana a su lengua
Simó Santonja

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