Segorbe, la vitalidad de un pueblo

Per Baltasar Bueno

He pasado una jornada inolvidable en Segorbe con motivo de su última entrada de toros, un acto que apenas dura cinco minutos, pero que es significativa muestra de cómo es de vital y hospitalaria su gente.

Segorbe huele toda ella a historia, sus calles, sus edificios, su catedral. Es noble por mil razones de peso. Sus piedras son libros abiertos que nos hablan de un honrosísimo y cultísimo pasado.

Rodeada de fuentes y riachuelos, de mil aguas, de frondosa vegetación, su pueblo navega por los caminos de dos históricos Reinos, el de Valencia y Aragón. Es novia de ambos la ciudad, embrujo de amor trenzando montes y pueblos.

Es Segorbe muy valenciana y con quereres de Aragón, tierra fronteriza y paso obligado de la montaña al mar, con una gente amable, abierta, hospitalaria, trabajadora y afable.

Segorbe la conocí cuando entrevisté a su último alfarero, Vicente Jordán, uno de los doce que no hace muchos años quedaban y hacían la cerámica verde árabe, mudéjar, del color de las más nobles esmeraldas.

El hijo de Vicente trabajó con sus expertas manos un bello retablo cerámico con la imagen de la Patrona de mi pueblo, que hoy luce orgullosa en la fachada de mi casa, siguiendo la costumbre arquitectónica de los siglos XVII y XVIII.

Son la suyas, como fueron las de su padre, manos divinas de alfarero, criadas en el seno de un pueblo eminentemente trabajador y bueno para la fiesta, un pueblo por demás muy culto y con un profundo sello de nobleza.

Todo es noble en Segorbe, ciudad que emerge con gallardía de entre las mejores del Reino de Valencia, y que se resiste con valentía y orgullo a ser subsumida en su capitalidad por Castellón, que no le llega, en historia y monumentos, ni a la suela de los zapatos.

Es una delicia pasear por sus empinadas calles, sentarse a hablar con sus gentes, entrar en la catedral, recorrer su claustro, admirar las obras de arte de su museo y en habiendo conocida a la amada soltarse en libertad por las afueras, dejarse llevar por sus caminos, carriles, torrenteras, sendas y vericuetos hacia los pueblos del entorno.

Tenemos en la geografía valenciana maravillosos lugares, deliciosos parajes, gente encantadora que hablan de la grandeza del pueblo valenciano, del que Segorbe es un magnífico exponente.

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Es la lengua valenciana la primera lengua romance literaria de Europa, de cuyos clásicos no sólo aprendieron catalanes sino incluso castellanos
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